Reencarnación ¿Para qué volvemos?
La reencarnación en un cuerpo material es una consecuencia de la impureza del alma. A esta afirmación proveniente de la doctrina de Sócrates y Platón, el espiritismo agrega que el alma que fue capaz de tomar buenas decisiones, y que posee conocimientos adquiridos, trae al nacer, menos defectos, más virtudes y más ideas intuitivas que las que tenía en su existencia anterior.
Solo la reencarnación puede decir al hombre de donde viene, adónde va y por qué esta en la Tierra, así como justificar todas las anomalías y todas las injusticias aparentes que presenta la vida (Kardec, 2009).
La reencarnación fortalece los lazos de familia
En el universo, los Espíritus forman grupos o familias que se encuentran unidas por el afecto, la simpatía y la semejanza. Esos Espíritus, felices de estar juntos, se buscan unos a otros.
La reencarnación, solo los separa momentáneamente, porque, cuando vuelven al plano espiritual, se reencuentran así como lo hacen los amigos al regresar de un viaje. Muchas veces, incluso, se siguen unos a otros en la encarnación, donde se los reúne en una misma familia, o en un mismo ámbito, a fin de que trabajen juntos para su evolución.
Si unos encarnan y otro no, no dejan de estar unidos mediante el pensamiento. Por ejemplo, quienes están el plano espiritual acompañan a quienes se encuentran en el plano material, quienes están más adelantados en el camino de la evolución, guían a quienes se han quedado en el camino.
Después de cada existencia, dan pasos juntos hacia su evolución. Cada vez menos apegados a la materia, su afecto es más vivo, precisamente porque es más puro, y ya no lo perturban el egoísmo ni la sombra de las pasiones. Por consiguiente, los Espíritus pueden recorrer un número ilimitado de existencias corporales, sin que se perjudique el afecto que se tienen.
El paso de los Espíritus por la vida corporal es necesario para que puedan cumplir con el auxilio de una acción material, los designios necesarios para la propia evolución.
La encarnación no es más que un estado transitorio.
Es una tarea que Dios les impone cuando dan comienzo a su vida, como prueba inicial del uso que harán de su libre albedrío. Los que cumplen esa tarea con esmero trasponen rápidamente y con menos pesares los primero escalones de la iniciación, y gozan más pronto del fruto de su labor. Por el contrario, los que emplean indebidamente la libertad que se les concede, retardan su progreso. Así, por obstinación, pueden prolongar indefinidamente la necesidad de reencarnar, y en ese caso la encarnación se convierte en un castigo. (San Luis. París, 1859)
Haciendo una analogía, podemos decir que el estudiante llega a los grados superiores de la ciencia, después de haber recorrido la serie de clases que lo conducirán hasta ahí. Esas clases, sea cual fuere el trabajo que exijan, son un medio para alcanzar el objetivo, y no un castigo. El estudiante esforzado abrevia el camino y encuentra en él menos obstáculos. Diferente es lo que sucede con aquel cuya pereza lo obligan a repetir determinadas clases. No es, por lo tanto, la tarea de la clase lo que constituye un castigo, sino la obligación de volver a comenzar la tarea.
Algo similar sucede con el hombre en la Tierra. Para el Espíritu menos evolucionado, que está casi al comienzo de la vida espiritual, la encarnación es un medio para que desarrolle su inteligencia. En cambio, para el hombre esclarecido, cuyo sentido moral se encuentra ampliamente desarrollado, que está obligado a recorrer de nuevo las etapas de una vida corporal llena de angustias, cuando ya podría haber alcanzado el objetivo, la encarnación es un castigo, por la necesidad que tiene de prolongar su permanencia en los mundos inferiores y desdichados.
Por el contrario, aquel que trabaja activamente por su progreso moral, no solo puede abreviar la duración de la encarnación material, sino también superar los grados intermedios que lo separan de los mundos superiores.
La evolución ascendente del espíritu humano se consigue en virtud de sus progresos a través de sus encarnaciones sucesivas, y se evidencia por el hecho de que el espíritu adquiere una comprensión cada vez más clara del mundo en que se encarna. Pero las encarnaciones mismas pertenecen asimismo a dicho mundo. También con relación a ellas, el espíritu evoluciona desde el estado de inconciencia hasta el de la conciencia. (Steiner, 1903).
¿Qué dudas te surgen al leer este texto?
¿Conocés la diferencia entre reencarnación y encarnación?
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