La realidad actual nos invita a re-aprender a relacionarnos, a reconocernos, a explorar y encontrar distintas maneras de vincularnos.
El desafío que enfrentamos como humanidad nos trae un nuevo aprendizaje desde el lenguaje, la manera de amar, el lugar en que habitamos y nuestro mundo emocional.
En mi experiencia personal: La Muerte.
Siempre tuve algo especial con ella.
Teniendo pocos años me recuerdo pensarla y que sobrevenga el vacío, o pensar en tener otro cuerpo y una vida que ni siquiera sabía si iba a querer, incluso me angustiaba la idea de si en esa vida distinta y futura volvería a ver a mi familia.
Lo que admiro del trabajo regresivo no es sólo la búsqueda del síntoma o de la repetición del patrón, si no además el reconocimiento propio de la eternidad.
Uno de los mayores problemas del ser humano es entender a la muerte como el final.
¿Cómo sería la vida si ese concepto finalista y determinante dejaría de existir? ¿Cómo estaría el planeta o sería nuestra alimentación?
Si cada acto comprendiéramos lleva una consecuencia y una responsabilidad. Si nada termina y todo es eterno.
Se dice que si uno ronda alrededor de las mismas angustias el alma se empobrece.
La adaptación es inminente y la reformulación también.
Así como aprendemos a amar sin formas, sin nombres, sin cuerpos, debemos aprender a ser infinitos.
@aldana.casal .